Un Corazón

martes, 15 de febrero de 2011
Hay un tiempo y una estación para todo bajo el cielo… Un tiempo para vivir… Un tiempo para morir… Un tiempo para sembrar… Un tiempo para cosechar… Dos mil años atrás semillas fueron sembradas en la conciencia de la humanidad. Se dieron directrices, instrucciones sencillas, pero para la humanidad resultaron imposibles de seguir. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Ámense unos a otros como yo les he amado.
A través de los años, aún cuando parecían más oscurecidas por los acontecimientos del mundo y el drama de las vidas individuales, hambrunas, plagas, guerras, muertes y nacimientos, aquellas sencillas instrucciones, aquellas inocentes semillas, estaban trabajando. Cordoncillos de pensamientos-sentimientos extendiéndose, alcanzándonos… Calladamente, creciendo, enviando finísimas saetas de luz a la conciencia colectiva hasta que adviniera el tiempo en que una explosión de pleno esplendor floreciera en el corazón y la mente de cada ser humano sobre la faz del planeta tierra. Ámense unos a otros… como yo les he amado.
¿Qué se necesita para amar? Un corazón abierto. No tu corazón y mi corazón. No los corazones de él y ella. No el de ellos. Un corazón abierto. Uno.
Como maestros de Ascensión, hemos dicho muchas veces que estamos sanando este mundo un corazón a la vez y que esta enseñanza es transmitida de un corazón plenamente avivado a otro. Todos nosotros estamos comenzando a experimentar esto en formas que nunca imaginamos posibles, aquellos de nosotros aquí en la Academia y todos ustedes allá fuera, no hay distancia entre mi corazón y el vuestro, entre nuestros corazones y los de ustedes. No hay distancia. Según la luz, mi Ser se torna más brillante, avivada con el poder del amor, su resplandor se dispersa, como un fuego descontrolado a toda la humanidad.
¡Es más sencillo de lo que siempre hemos creído! Encuentra tu corazón; usa las actitudes de Ascensión para llevarte hasta EL. Mora allí. Siente y sé. Ama cada parte de tu Ser lo suficiente como para abrazarlo todo. Ámense unos a otros como yo les he amado…, no un pedacito, no las partes “buenas”, no sólo las partes hermosas…, más como yo les he amado, sin reservas, sin condiciones, sin límites. Sencillo.
¿Qué se necesita para salvar el mundo? Un corazón abierto. El nuestro.

Cuerpo, Alma y Espíritu

lunes, 14 de febrero de 2011
El hombre es la intersección entre dos mundos lo invisible y lo visible.
Pertenece al mundo del espíritu y al mundo de la materia. Esta es todo lo exterior y superficial, el cosmos, la naturaleza y la psiquis. El espíritu es todo lo interior y profundo: Es Dios, la existencia y la vida. En tanto hombre material, soy mi cuerpo y mi alma. Mientras que en tanto hombre espiritual, soy mi conciencia y mi experiencia. Ambos planos se tocan en mí y se yuxtaponen sin confundirse. Como hombre material soy divisible y extrínseco: me fragmento y mi objetivo es la vida natural.
Como hombre espiritual participo de la unidad y de la integridad. Soy un microcosmos. Por un lado, soy una parte de la naturaleza; por el otro, soy verdaderamente un todo. Integrado a Dios sin perderme en El, conservando mi individualidad, mi persona, crezco en la realidad del espíritu que todo lo sintetiza. En el espíritu no hay dialéctica, no hay contradicciones. Las grandes paradojas del mundo material se resuelven en el mundo espiritual: El espíritu no conoce la oposición entre el uno y el múltiple, entre la esencia y la existencia, entre el sujeto y el objeto.
Soy la unidad del todo el espíritu es acto puro. La objetivación se da en el plano de la materia, de la naturaleza, de lo físico y lo corporal, de lo tangible y aún de lo intangible natural: De lo psíquico.
El cuerpo se consume lleno de energía cósmica y el alma es una sustancia de vida que vivifica a la vida. Es liviana, invisible y ligera.
El Espíritu es lo sobrenatural de evolución y experiencia. El Espíritu es la verdad, el bien, la belleza de lo que deseas, no se opone el cuerpo sino que lo penetra. Sin embargo, el Alma es inteligencia, iluminación, voluntad, imaginación. Pero, existe un Cuerpo Espiritual y un Alma Espiritual.
Dios desea que nosotros lleguemos a trascender nuestro Cuerpo, Espíritu y Alma para “ser un hombre hecho Dios”.

El Sublime Contacto

sábado, 12 de febrero de 2011
Fuera de la ecuación personal, no creo que sea posible analizar la riqueza de los tonos de la armonía que se revela bajo la influencia de esta unidad. La intensidad misma de ese caudal de energía reactiva que levanta el Ser en la expresión de una atracción tal, es inexpresable. Estamos en este momento fuera de los límites de nuestro Universo y toda expresión debilita el relato de lo que se quiere expresar.
Esta superabnegación, este supersacrificio consciente que invade la personalidad del pensador que toma contacto con su Yo Unidad puede traducirse como la emisión de una especie de onda de gozo, consciente, infinitamente dulce, infinitamente feliz, serena y tierna, encontrándose con otra onda que parece provenir del exterior y penetra sus átomos más íntimos.
La fecundación de ese caudal de energía personal por el océano de radiaciones cósmicas determina sensaciones de una delicadeza y dulzura inimaginables. El contacto de esas esferas de energía personal y cósmica es a la vez único y múltiple:
·         Único por la síntesis de todos los elementos personales que se agrupan en un mismo abandono hacia el Centro, hacia el origen de toda vida y de todo amor.
·         Múltiple por el diluvio de sentimientos que hace nacer en el mismo instante.
·         Único por la dulzura expansiva que se comunica a todas las vibraciones.
·         Múltiple por el caudal de deseos reactivos que engendra.
·         Único por la suprema felicidad de ser y sentirse amado con tal intensidad.
·         Múltiple por todas las ondas de tonalidades afectivas que se escapan de nosotros.
Desde el punto de vista fisiológico, el cuerpo humano siente la reacción de esta comunión espiritual. Una dulzura infinita le penetra. Las lágrimas caen naturalmente. Y esta comunión tan dulce y pura le da la sensación de una paz profunda que inunda todos los centros de la vida.
Para analizar con toda libertad esta comunión natural entre el ser humano y sus orígenes, este estado no debe ser provocado por sugestión.
La meditación, la contemplación, pueden preparar las resonancias. Pero esta unión debe nacer de improviso, en una especie de iluminación momentánea de la conciencia terrena. Detallar la llama misteriosa de semejante conjunción es querer, en suma, expresar lo inexpresable. Pero no es malo que en un siglo en que se dicen tantas cosas insignificantes y se describen tantos absurdos, se expresen de una vez por todas algunas verdades tangibles, reales, eternas.
Los detalles dados por los espíritus desequilibrados que han querido abordar esas cuestiones de regeneración de la conciencia individual en la Conciencia Cósmica, sin haber hecho ellos mismos los esfuerzos necesarios, no prueban nada contra la realidad de los resultados que la conciencia razonable es capaz de obtener.
En la Esencia Espiritual que brota de una comunión tal, se siente netamente que hay unión entre la Fuente y la Eclosión de todas las formas de la atracción universal. Ese contacto da la impresión de una juventud eterna, de un eterno esplendor en el presente eterno de un amor sin fin.
Se tiene la sensación de una evolución instantánea sin principio ni fin, en una unidad que es germen de toda evolución pasada y futura.
Cualquiera que sea su expansión o su reducción, ese amor inmenso sigue siendo El mismo, sin tamaño y sin duración. Esto es, el punto en que la circunferencia está en todas partes y el centro en parte alguna. Este es el origen de todas las formas de la energía universal, la síntesis de todas las potencialidades espirituales. Lo finito equilibrándose con lo infinito en eterno presente.

La Voluntad Espiritual

viernes, 11 de febrero de 2011
Durante el proceso del desenvolvimiento humano, el deseo es el poder motor de la mente en los mundos inferiores donde funciona la personalidad, y la Voluntad Espiritual es la fuerza motriz en los mundos espirituales donde vive la individualidad.
El deseo no es sino una expresión rebajada de la voluntad espiritual. Cuando actuamos porque los objetos circundantes nos atraen o nos repelen, lo que nos mueve es el deseo y hay apego. Cuando la Voluntad opera desde nuestro Centro Espiritual para cumplir algún propósito determinado por nuestro Ser Superior, no la afectan los objetos circundantes pues no está apegada a ellos; entonces es Voluntad Espiritual.
La prueba de que el deseo es meramente una expresión rebajada de la Voluntad Espiritual, está en que cuando se eliminan los deseos inferiores aparecen automáticamente en su lugar la Voluntad Espiritual.
Uno cree imposible conseguir la tremenda fuerza volitiva que se necesita para seguir el Camino Espiritual. Esta duda enfría su entusiasmo y a veces engendra desesperanza. Empiezan a pensar que son demasiado débiles e inmaduros para hollar el camino y se inclinan fácilmente a posponer el esfuerzo hasta una vida futura en que hayan desarrollado fortaleza espiritual.
Hay falacia en este modo de pensar. Es un error creer que la Voluntad Espiritual es algo que tenemos que crear o desarrollar. Olvidamos que esa voluntad es la energía potencial pura del Alma, de nuestro Ser real. Esa voluntad es la que da energía a nuestros deseos en las primeras etapas de evolución. Por tanto, lo que tenemos que hacer es librar esta energía de los elementos burdos que la rebajan a la forma de deseos inferiores y que le impiden funcionar en su verdadera forma espiritual.
Cuanto más potente y variados sean los deseos, mayor cantidad de energía consumirán en su forma rebajada. Por tanto, si logramos eliminar o purificar nuestros deseos inferiores, mayor será la energía disponible en forma de Voluntad Espiritual. Esta verdad arroja luz sobre la bien conocida afirmación enigmática de que “cuanto más grande sea el pecador, más grande será el santo”. Claro que el gran santo solamente aparece si el pecador muere; este “si” condicional es importantísimo. Desde el punto de vista espiritual, quienes poseen una natural fuerza, inclinada a buscar toda clase de objetos en los mundos inferiores, ofrecen más esperanza que los individuos débiles e indiferentes que nada quieren.

El Patrón Vibratorio (El Guía)

jueves, 10 de febrero de 2011
Aquellos que depuran su energía interior (en sus chakras), a su vez van perdiendo el miedo y van teniendo más confianza con sus quehaceres cotidianos, la movilización energética o mover la energía se define como vibración de un patrón energético. Así esta energía en ebullición (movimiento), viene a ser nuestro salvador (la energía como voluntad), nos encaminará en dirección correcta a esta energía vibracional y se alojará en nuestra conciencia más elevada; no es el mundo externo que pueda hacer por nosotros esta Evolución Energética. El Saber Interno (nuestra fortaleza y sentido de propósito) con el cual cada uno de nosotros mantiene su propia frecuencia vibracional, es el que cambia y depura las energías a frecuencias más sutiles, tu campo aúrico es como un radar de percepción de lo que te rodea, entonces gracias a nuestra buena energía que está interrelacionando con cada ser vivo (una piedra, una planta, una estrella), nos nutre de los millones de millones de campos energéticos de vida viviente, así nos restituye la energía con más energía, dentro de todo este campo energético está lo que llamamos vida.
Mantener nuestra vibración energética, significa que el patrón vibracional es único para cada uno de nosotros, es único y es correcto, cuando estamos activados vibracionalmente, estamos en unión, encontramos protección y refugio seguro en nuestro amor que palpita con el latido del corazón del universo.
La Esencia Vibratoria (energía sutil) de semejante intensidad no puede condensarse en nuestro cuerpo físico, si no están purificados los chakras o sellos energéticos de nuestro cuerpo físico, no ocurrirá esta manifestación espiritual del patrón vibratorio, si lo está entonces, este monumental Universo Energético no nos hará daño a nuestro cuerpo físico, astral y mental. Esta esencia, es una conciencia de la más pura intensidad en desempeño de una misión (usted es una Deidad). No habrá una palabra que la describa, la inmensidad de la luz enceguece al neófito. Vuestra mente racional no aceptará esto de buena gana, pues aún es inconcebible para nosotros que pueda existir un ser de tal magnitud.

El Camino a la Unidad

domingo, 6 de febrero de 2011
El hombre que ha despertado en su conciencia y que anhela la salvación, quiere avanzar con mayor velocidad en el camino del desarrollo, y lo logra siguiendo las indicaciones respecto del camino y las enseñanzas que nos proponen los maestros que alcanzaron la meta.
La conciencia lleva vibraciones al interior del cuerpo. La conciencia del hombre colocado en un nivel inferior se inserta en los planos bajos y más bien materiales de la existencia, y es así que dirige hacia su cuerpo las corrientes de los niveles bajos a través de su sistema nervioso. Cuanto más altos sean los planos a que se eleva la conciencia del hombre, tantas más vibraciones tendrán las corrientes que entran en el cuerpo. En el hombre sano, la resistencia del sistema nervioso corresponderá exactamente a la fuerza de las corrientes introducidas por la conciencia. Por consiguiente será perfectamente adaptado a la frecuencia de la conciencia que le es propia.
Empero no siempre la conciencia de los hombres se encuentra en el mismo nivel. Según la individualidad y dentro de la misma, la conciencia oscila entre un límite superior y un límite inferior. En momentos de recogimiento y de dicha pura, la conciencia se eleva más. En cambio desciende por debajo de su estado normal bajo un influjo inferior. El sistema nervios dispone de elasticidad requerida como para poder aguantar estas oscilaciones dentro de determinados límites, sin sufrir por ello efectos contrarios. Sin embargo, si algún acontecimiento extraordinario lleva la conciencia más allá de esos límites, el sistema nervioso se enfermará, a causa de las corrientes que resultan sobredimensionadas para su capacidad. En tal sentido, una repentina fuerte alegría puede ocasionar una conmoción nerviosa, de la misma manera que un súbito susto o un ataque de cólera, pues en ambos casos el sistema nervioso recibe una corriente no adecuada a su resistencia. Si el desplazamiento no es demasiado grande, el sistema nervioso soportará sin demasiados daños estas tensiones demasiado fuertes y las superará.  Pero si la diferencia en la tensión de las corrientes es exagerada, pueden producirse lesiones graves, tales como parálisis, apoplejía y sobre todo enfermedades mentales. Al igual que una red eléctrica se vuelve inservible al producirse un cortocircuito a raíz de la conexión con una corriente demasiado fuerte para su resistencia, así el sistema nervioso y el cuerpo humano se echan a perder si se le introducen corrientes inapropiadas.
Por consiguiente, no debemos tratar desarrollar nuestra conciencia de manera irreflexiva y violenta. Al elevar la conciencia con demasiada rapidez y al recibir el sistema nervioso, sin la debida preparación, corrientes de una frecuencia demasiado alta, el organismo corporal se deshace. Este es el motivo y la explicación del hecho de que Dios, como lo expresa la Biblia, no habló cara a cara con sus siervos que vinieron después de Moisés. No estaban bastante preparados como para poder soportar las altas tensiones de las corrientes divinas. No pudieron elevar su conciencia hasta Dios. Moisés si lo pudo. Su sistema nervioso podía superar hasta corrientes de la más alta tensión. La Biblia nos refiere también que cuando Moisés hablaba con Dios, o sea, que en su conciencia se elevaba hasta Dios, identificándose con El, su rostro tenía un brillo extraordinario y despedía un resplandor tal, que los judíos, al verlo, huían espantados. Desde entonces Moisés, para no inspirar tanto miedo, cubría su rostro con un lienzo cuando volvía de “hablar con Dios”. Las corrientes del plano divino harían estallar el sistema nervioso de un hombre no desarrollado, lo “quemarían”. Por eso la sabia Providencia nos construyó de tal modo que el hombre sólo puede elevar su conciencia, por su propia voluntad, en la medida en que lo permiten la resistencia de su sistema nervioso y la elasticidad del mismo.
Si sobre las espaldas de un hombre débil se amontonan cargas que superan la fuerza de sus músculos, ese hombre se derrumbará. Pero si el mismo hombre, mediante una gimnasia sistemática y apropiada, refuerza debidamente sus músculos y después levanta la carga, o si comienza levantando cargas livianas, cuyo peso irá en aumento lenta y gradualmente y día tras día, en proporción al desarrollo de sus músculos, y sigue con ejercitación, pronto será capaz de desplazar con facilidad cargas más pesadas aún.
Idéntica cosa ocurre con el sistema nervioso. Si realizamos gradualmente y con cuidado el desarrollo de la conciencia, el sistema nervioso tendrá tiempo para fortalecerse para corrientes nuevas de mayor frecuencia. En el caso, estas últimas no tendrán efectos dañinos, muy al contrario: igual que en el ejemplo que precede, el hombre débil se beneficiaba al adiestrar sus músculos mediante ejercicios apropiados, el aumento de la resistencia del sistema nervioso significa para la persona un beneficio inestimable, no sólo en relación con el desarrollo de su conciencia, o sea en el terreno espiritual, sino también en lo atinente a su físico.

 

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