La Voluntad Espiritual

viernes, 11 de febrero de 2011
Durante el proceso del desenvolvimiento humano, el deseo es el poder motor de la mente en los mundos inferiores donde funciona la personalidad, y la Voluntad Espiritual es la fuerza motriz en los mundos espirituales donde vive la individualidad.
El deseo no es sino una expresión rebajada de la voluntad espiritual. Cuando actuamos porque los objetos circundantes nos atraen o nos repelen, lo que nos mueve es el deseo y hay apego. Cuando la Voluntad opera desde nuestro Centro Espiritual para cumplir algún propósito determinado por nuestro Ser Superior, no la afectan los objetos circundantes pues no está apegada a ellos; entonces es Voluntad Espiritual.
La prueba de que el deseo es meramente una expresión rebajada de la Voluntad Espiritual, está en que cuando se eliminan los deseos inferiores aparecen automáticamente en su lugar la Voluntad Espiritual.
Uno cree imposible conseguir la tremenda fuerza volitiva que se necesita para seguir el Camino Espiritual. Esta duda enfría su entusiasmo y a veces engendra desesperanza. Empiezan a pensar que son demasiado débiles e inmaduros para hollar el camino y se inclinan fácilmente a posponer el esfuerzo hasta una vida futura en que hayan desarrollado fortaleza espiritual.
Hay falacia en este modo de pensar. Es un error creer que la Voluntad Espiritual es algo que tenemos que crear o desarrollar. Olvidamos que esa voluntad es la energía potencial pura del Alma, de nuestro Ser real. Esa voluntad es la que da energía a nuestros deseos en las primeras etapas de evolución. Por tanto, lo que tenemos que hacer es librar esta energía de los elementos burdos que la rebajan a la forma de deseos inferiores y que le impiden funcionar en su verdadera forma espiritual.
Cuanto más potente y variados sean los deseos, mayor cantidad de energía consumirán en su forma rebajada. Por tanto, si logramos eliminar o purificar nuestros deseos inferiores, mayor será la energía disponible en forma de Voluntad Espiritual. Esta verdad arroja luz sobre la bien conocida afirmación enigmática de que “cuanto más grande sea el pecador, más grande será el santo”. Claro que el gran santo solamente aparece si el pecador muere; este “si” condicional es importantísimo. Desde el punto de vista espiritual, quienes poseen una natural fuerza, inclinada a buscar toda clase de objetos en los mundos inferiores, ofrecen más esperanza que los individuos débiles e indiferentes que nada quieren.

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